Estebita cruza el río

 Aquella noche del 20 de octubre del 1985 fue inolvidable. Todos estamos esperando a Geñito Rodríguez que iba a predicar. Se había anunciado lluvia durante todo el fin de semana así que ese domingo estaba lloviendo a cántaros. El devocional estaba candente como siempre con “corazos” pentecostales. Geñito todavía no llegaba pero de seguro estaría atrasado por la lluvia y nosotros estábamos en un campo así que por si acaso el pastor había preparado un "plan B". Me iba a tocar predicar si Geñito no llegaba. 


A pesar de ser una iglesia de campo nuestra iglesia no era una pequeña. Tampoco era tan grande pero cabían unas 100 personas cuando se llenaba. Tenía las paredes en cemento y el techo en zinc. Afuera teníamos dos casitas para salones de escuela dominical y uno se usaba como tienda pro templo los domingos. 


El golpeteo de las gotas de lluvia se escuchaba casi tan fuerte como la música de los coros. Las panderetas estaban compitiendo con el aguacero. Pero estábamos contentos alabando a Dios y cantando. Aquello era un tradicional culto pentecostal de fuego.  


Habíamos invitado a varias Iglesias. Allí al frente en el altar estaba mi pastor Mateo. A su lado estaba el pastor Fermín de la iglesia M.I. del pueblo. A pesar de que nosotros éramos una iglesia independiente, teníamos muy buena relación con los hermanos del Movimiento Internacional. La pastora Rosa de la Mission Board estaba allí también en el altar. La iglesia estaba llena a más no poder. Geñito no discriminaba por tamaño. El iba a iglesias grandes y pequeñas. Iba lo mismo a un pueblo qué a un campo escondido como el de nosotros en Cayey. Su fama internacional no le robó la humildad. 


"Aquel fuego que cayó a 120 una vez…"


El coro de "Fuego Pentecostal" estaba cantándose candentemente como siempre cuando de repente veo que mi pastor abrió los ojos bien grande y miró hacia la entrada. Yo pensé "ya llegó Geñito". Me giré y cuando miro veo a la hermana Estebita entrando por la iglesia. Allí estaba con su peinado y su pelo blanco largo partido en dos con una trenza que lo recogía y lo llevaba hasta la cintura. Las hermanas Julia y María la abrazaron y se veían sorprendidas. 


 A mí se me fue la sangre a los pies y el corazón por poco se me va por la boca. Los músicos casi pierden el ritmo pero lo recuperaron y las jóvenes siguieron cantando "fuego pentecostal" repitiendo el estribillo una y otra vez. El pastor se paró de la silla y fue hasta la entrada caminando apresurado. Todos miraban y los hermanos de la iglesia estaban asombrados pero seguían cantando. Los demás no sabían porque había tanta conmoción por una ancianita que acababa de entrar. El coro continuaba en su apogeo pero me fijé en el pastor hablando con Estebita y aunque no se oían las palabras, el movimiento de los labios decía "¿cómo llegaste?". Estebita empezó a hablar. Yo miraba hacía al frente y de momento hacia atrás y veía a Estebita gesticulando mientras explicaba. El pastor estaba escuchando pegado a ella porque el sonido de la música era fuerte. 


De momento el pastor comenzó a caminar hacía el altar llevando a Estebita de la mano. Hizo señas a los jóvenes que estaban cantando para que terminaran el coro. Terminaron el coro y el pastor llegó con Estebita al púlpito. 


— Hermanos en lo que llega Geñito, si puede llegar con esta lluvia, yo quiero que escuchen este testimonio de la hermana Estebita. 


Se hizo un silencio interrumpido ocasionalmente por un "gloria a Dios" y un "Aleluya" de par de hermanas. 


Estebita estaba parada al lado del pastor con su frágil cuerpo de 74 años con espejuelos y el peinado que nunca cambiaba. El pastor tenía una sonrisa enorme. Todos los que estábamos allí no sabíamos cómo ella llegó a la iglesia en este día lluvioso. Estebita nunca venía a la iglesia cuando llovía aunque fuera un aguacero leve. 


El pastor le dió el micrófono a Estebita. Con su flaca mano lo llevó hasta la cara y dijo — Dios les bendiga hermanos. 


"Amén" — Dijo la congregación. 


—El pastor quiere que yo testifique de lo que me pasó hace un ratito. Yo tenía muchas ganas de venir al culto hoy pero para los que saben dónde vivo ustedes saben cómo se pone La Plata cuando llueve. Desde que yo era una muchacha el sector donde vivo siempre queda incomunicado con las lluvias que arropan el puentecito y ya se lo han llevado un par de veces. 


El pastor se había ido a sentar con los demás pastores en el altar pero tenía una sonrisa de expectativa. Él sabía lo que Estebita iba a decir. 


—Yo tenía muchas ganas de venir a ver a Geñito predicar hoy. 


Estebita cerró los ojos e hizo como que iba a llorar de la emoción. Pero continúo hablando. 


—Cuando escuché el pronóstico del tiempo y oí lo de la vaguada me resigné. Pero tenía tantas ganas…


En eso las hermanas ujieres hicieron señas. Afuera estaba la guagua de Radio Revelación. Geñito estaba llegando. El culto se iba a transmitir en vivo por radio. El pastor bajó y fue caminando hasta el frente pero con ganas de quedarse para seguir escuchando a Estebita. 


—Hermanos, hoy yo decidí poner la fe en marcha. Salí de casa con la sombrilla y caminé. Llegué hasta el puente y ya el agua estaba crecida. No se podía pasar. 


Los que vivíamos en el barrio sabíamos cómo se ponía el Río La Plata cuando llovía. La gente que vivía en el sector donde estaba Estebita quedaban incomunicados por días a veces. No había forma de cruzar y no había ruta alterna en días de lluvia. Recuerdo que después del Huracán Frederick hubo que improvisar un sistema de cables pa’ transportar alimentos al sector porque el río tardó casi semana y media en bajar. 


—Pero hermanos yo cerré los ojos y le dije al Señor: "Dios mío, tú sabes que yo quiero escuchar al hermano Geñito. Padre bueno si hubiera alguna manera de que ésta agua baje un poco para yo poder cruzar. Tu dividiste el Mar y detuviste el Jordan. La Plata no es algo tan grande para tí Señor." 


Estebita cerró lo ojos y agarró el micrófono con ambas manos. Supongo que así tenía agarrada la sombrilla mientras oraba. 


Los asistentes de Geñito estaban colocando el equipo para transmitir en vivo. Mientras Estebita testificaba. 


— Ahí estaba orando cuando de momento me doy cuenta que el sonido del río cambió. Lo estaba escuchando detrás de mí. A mi me estaba raro porque yo me paré a orar frente al río. Cuando abrí los ojos el río no estaba frente a mi. Estaba al otro lado. La Plata estaba a mis espaldas. Dije "GRACIAS DIOS" a todo pulmón y seguí caminando…



Estebita no pudo seguir. Comenzó a hablar en lenguas. Yo caí en bendición y empecé a saltar. Los pastores en el púlpito empezaron a hablar en lenguas. Los sonidistas de Radio Revelación estaban hablando en lenguas y danzando. Aquello fue como una ola del Espíritu que arropó desde el altar e iba banco por banco hacia el final de la iglesia. Hermanos hablando lenguas, danzando, saltando. Otros gritaban "GLORIA A DIOS", "ALELUYA". El pastor iba caminando hacia el frente con Geñito alabando y glorificando a Dios. Aquella bendición duró como diez minutos. Durante ese tiempo Geñito estuvo orando arrodillado en el altar. 


Cuando todo terminó el pastor tomo el micrófono y dijo "¿Quien fue?"


La congregación dijo: "CRISTO"


En eso el pastor presentó a Geñito que tomó el micrófono. 


— Hermanos Dios les bendiga. El Señor sabe todas las cosas. Nosotros nos atrasamos por la lluvia pero todo tiene un propósito. Escuché el testimonio de la hermana y les tengo que decir que en El Señor no hay casualidades. Vamos a abrir nuestras Biblias en Hechos 8:39…


La hermana Estebita estaba sentada al frente donde le gustaba estar siempre. Estaba contenta viendo a Geñito. Cuando llegué al texto del que se iba a predicar grité "GLORIA A DIOS" desde el corazón. El pastor llegó al texto y dijo "Ay Santo Dios". El mensaje de esa noche iba a ser la historia de Felipe y el Etíope. Verdaderamente en El Señor no hay casualidades. 





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