El Hermano Rafa
Yo se que la Biblia me dice que no debo llamar hermano a una persona que no viva como Dios manda y que no esté convertido. Pero, ¿de qué otra manera podía llamar a Rafa que lleva más de veinte años viniendo a la iglesia fielmente aunque él decía que no quería ser miembro de la iglesia? Yo siempre le decía “Hermano Rafa”.
Rafael llegó un día a nuestra iglesia después de una de las campañas de Yiye Ávila. Fue allá en los años ‘80. Nuestra iglesia era una de las auspiciadoras y yo fui uno de los ujieres. Todavía recuerdo la noche que vino con su esposa Milagros. Se sentaron y ella se veía tan contenta esa noche.
La noche anterior cuando el hermano Yiye dijo “¡Y por sus llagas fuisteis sanados!” algunas personas que estaban en el parque se cayeron para atrás, otros comenzaron a saltar de un lado a otro, otras danzaban en el Espíritu y hablaban lenguas. Milagros dice que ella empezó a sentir un calentón en el área del hígado. Ella había sido diagnosticada con cáncer de hígado hacía varias semanas antes y estaba por comenzar el tratamiento cuando decidió ir a la campaña de Yiye Ávila. La gente decía que él oraba y la gente se sanaba. Ella no tenía nada que perder así que fue con su esposo esa noche.
Todavía no olvido la noche que el pastor dijo —Hermanos esta noche yo quiero que escuchen este testimonio. Esa muchacha que ven allí (señalando hacia Milagros) tiene unos papeles que dicen que tiene cáncer del hígado. Pero esta noche ella viene a testificar.
Los hermanos miraron hacia atrás. MIlagros pasó al frente seguida por la mirada de los hermanos hasta que llegó al altar.
—Saludos. Yo soy nueva aquí y en esto de las cosas de la iglesia. Dios les bendiga.
“Amén”—dijo la congregación.
—Hace varías semanas atrás yo estaba sintiéndome mal con unos dolores bien fuertes de barriga. Yo creía que era por esos días del mes pero no se me quitaba y un día fue tan fuerte que fui al hospital y allí me dieron medicinas y nada me quitaba el dolor. Me recluyeron y me hicieron más pruebas y entonces me dieron la noticia más fuerte de mi vida. El doctor me dijo que tenía cáncer.
Al final de la iglesia en el último banco Rafa empezó a llorar sollozando y tapándose la boca.
—Hermanos, eso fue algo muy impactante. Me dijeron que me iban a hacer más pruebas y que me iban a comenzar a dar la terapia una vez estuvieran seguros de en qué etapa estaba el cáncer. El doctor me dijo que dependiendo de la etapa tenía entre años a meses de vida. Esa noticia me dejó sumamente triste. Imagínese dejar a mi esposo y a mi hijo solos.
La voz se le quebró un poco y casi iba a llorar. El pastor puso una mano sobre su hombro para alentarla. La iglesia estaba en un silencio reverente escuchando el testimonio de aquella muchacha.
—Entonces escuché que había una campaña de Yiye Ávila en el parque. Yo había escuchado que él oraba por la gente y que la gente se sanaba y eso, pero no creía mucho. Pero fui de todos modos con mi esposo Rafael. Yo pasé al frente cuando oraron por los enfermos y de momento empecé a sentir algo raro, un calentón. Le dije a Rafael que me pusiera la mano y sintiera y él sintió que el área estaba caliente. Yo creí que a lo mejor era un síntoma del cáncer pero como ya no tenía dolor por los medicamentos no estaba segura. Al final del culto pasé a la mesa de ésta iglesia y les di mi dirección y vine a visitarlos. Eso fue hace tres semanas atrás.
—Dos días después de empezar a venir aquí me hicieron otra prueba para determinar la agresividad del cáncer. Era una biopsia.
En este punto la voz de Milagros comenzó a quebrarse y entre sollozos continuó—El doctor me llamó…ayer a la oficina. Se veía bien pálido y yo estaba esperando lo peor cuando empezó a decirme: “Sra Lopez no sé como explicarle esto pero no vimos cáncer en ésta biopsia.”
Milagros comenzó a llorar y los hermanos en la iglesia comenzaron a alabar a Dios. Se escuchaban los “aleluyas” y “gloria a Dios” fuertemente. El pastor empezó a hablar lenguas. Milagros estaba llorando sobre el púlpito.
Luego de varios segundos Milagros tomó el micrófono nuevamente.
—El doctor me dijo que compararon la prueba anterior positiva y la nueva negativa. Me sacaron otra radiografía ese día y los tumores no estaban.
En este punto Milagros estaba llorando desconsoladamente. Más “aleluyas” y “Gloria a Dios” se escuchaban. Algunos hermanos comenzaron a danzar. Julita la diaconisa pasó a abrazarla y la acompañó hasta su asiento.
El pastor tomó el micrófono.
—¿Quién lo hizo?
“CRISTO”—respondió la iglesia a coro.
Se empezaron a escuchar alabanzas y un “GLORIA A DIOS” aquí y allá y un “ALELUYA” por alla.
Rafael estaba llorando en el último banco de la iglesia. Milagros lloraba de camino hacia el asiento abrazada por la Hermana Julita. Algunos hermanos comenzaron a danzar y hablar lenguas. Aquella iglesia se puso bien pentecostal esa noche.
El pastor tomó los papeles y le mostró a la iglesia la prueba positiva y la prueba negativa. Esa noche el culto duró un poco más de las 12 de la noche porque después del testimonio y la predicación la bendición no se quería acabar. Nunca olvidaré ese culto.
Luego de varios meses MIlagros se bautizó y se hizo miembro de la iglesia. Era de las hermanas más fieles que había. Nunca se perdía un culto. Llegó a predicar en ocasiones y cuando daba su testimonio era algo especial. Siempre lloraba y Rafa también. Pero Rafael nunca se hizo miembro. A pesar de haber visto ese milagro en su esposa decía que no quería comprometerse con la iglesia.
Ahora aquí en el funeral de Milagros el pastor recordaba momentos de la hermana Milagros…
—Hermanos. Hoy nos encontramos aquí despidiendo a la hermana Milagros que fue para nuestra iglesia una bendición. Fueron muchos los años que ella pasó ayudando y bendiciendo a la iglesia con su tiempo y talentos. Pero el Señor ha decidido llamarla a su regazo.
—El hombre, como la hierba son sus días dice la Biblia. Ciertamente nuestros días aquí en la tierra son cortos. Pero cuando el tiempo es corto hay que aprovechar al máximo lo que se tiene. La hermana milagros vivió una vida dedicada a Dios. Desde que se convirtió hasta sus últimos días Milagros se dedicó a hacer de todo por todos. Eso es amar al prójimo como Dios manda. Todas las hermanas aquí saben como Milagros organizaba los grupos para cuidar de las hermanas cuando se enfermaban. Milagros tenía casi un ministerio de cuidar. Si hubiera sido enfermera habría sido la mejor pero ella decidió dedicar su tiempo a ayudar a sus hermanos en la fe.
Mientras el pastor predicaba Rafael estaba en la parte de atrás. Su mirada apuntaba hacia el suelo. No quizo sentarse en la parte del frente de la funeraria. Allí estaban sus hijos y las hermanas de Milagros. No tenía expresión en el rostro y no se movía. El peso de su tristeza lo tenía inmobil en aquella silla.
Luego que Milagros se convirtió, Rafael la acompañaba a la iglesia todos los días. Aún así nunca quiso hacerse miembro ni bautizarse. Una que otra vez Milagros expresaba que quería que él se convirtiera pero nunca vio ese deseo cumplido.
Una de las predicaciones que el pastor hizo que nunca he podido olvidar fue uno que tituló “Un hombre”. Era sobre el hombre que era dueño del aposento donde Jesús y sus discípulos tuvieron su última cena. El pastor decía que de aquel hombre no se da descripción ni nombre pero pasó a la historia como el que preparó el lugar de uno de los episodios más importantes de la vida de Jesús. Lo más llamativo de aquel hombre es que los discípulos no lo conocían así que de seguro no era seguidor de Cristo. Sin embargo hizo un servicio para el Señor. El pastor culminó aquel mensaje hablando de personas que a pesar de no seguir a Cristo hacen cosas por el evangelio y mencionó por nombre a Rafael que muchas veces había prestado su hogar para hacer cultos y también ayudaba con las cosas de la iglesia a pesar de no haberse convertido y no ser miembro. Todos miraban a Rafa esa noche y desde esa noche, a pesar de no estar convertido ni ser miembro lo consideraban como un hermano en la fe.
Un día el pastor me explicó porque Rafa no se quería convertir. A Rafa le gustaba tomar cerveza y jugar a los caballos. El decía que no quería dejar ninguna de las dos cosas y no quería ser un hipócrita escondiendo lo que hace. Desde ese día ví a Rafa de una manera diferente. Aunque la Biblia no prohíbe beber ni jugar, en la iglesia pentecostal esas cosas sí están prohibidas y Rafa respetaba las normas de la iglesia a pesar de no ser cristiano.
Rafa antes decía que no creía en Dios pero luego del milagro de su esposa pensó que era posible que existiera. Él no quería decir que sí creía. Rafa vio muchos milagros en su vida y aún así no quería convertirse.
Un día Milagros estaba testificando en la iglesia y dijo con mucha alegría que Rafa había dejado de beber. La iglesia celebró con alegría. Ese día Rafael no estaba. La expectativa de que algún día Rafael se convertiría se hacía más fuerte. Pero pasaron los años y no daba señas de querer dar el paso.
El pastor estaba terminando su sermón.
—Así que hermanos hoy aquí congregados, el ejemplo que nos dio la hermana Milagros es uno digno de seguir. Y hablando de seguir, la Biblia nos dice que los que hemos confesado a Cristo como nuestro salvador y Señor volveremos a ver a la hermana Milagros. Ella se nos adelantó pero la seguiremos si hemos creído en Cristo. Yo quiero hacer una invitación a todo aquel que aún no haya seguido a Cristo, que siga el ejemplo de la hermana Milagros. Ella siguió a Cristo. ¿Alguien quiere seguir a Cristo?
Tan pronto el pastor dijo la pregunta, Rafael se puso de pie y comenzó a caminar hacia el púlpito que estaba al lado del féretro. Lás lágrimas bajaban por sus mejillas. Los hermanos y familiares miraban atónitos.
—¡Quiero volver a ver a Milagros Pastor!
El pastor comenzó a llorar y todos comenzamos a llorar también. Todos recordábamos las muchas veces que Milagros dijo que quería ver a su esposo convertido a Cristo. Todos recordábamos las veces que ella lo miraba cuando hacían un llamado para conversión pero el no se movía. Ella se había resignado.
El pastor le echó el brazo a Rafael
—Rafael. ¿Crees en el Señor Jesucristo como tu Salvador y Señor y que Dios lo resucitó de los muertos?
—Si creo—Las palabras apenas salieron porque el nudo en su garganta era fuerte.
—Hermano Rafael. Tú verás a Milagros en el paraíso.
Los hijos de Rafael se pusieron de pie y abrazaron a su papá. Allí todos lloramos esa noche. Fue el funeral más memorable en el que he estado. Era un llanto mezclado de tristeza por Milagros pero alegría por la conversión de Rafael.
Durante años en la iglesia la gente saludaba a Rafael solo por su nombre. Yo siempre saludaba a Rafael y le decía "Hermano Rafa". A veces se echaba a reír. Pero ahora si se lo diría de verdad. Ahora sí era el Hermano Rafa.
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