Aquel lapiz

 Recuerdo que había terminado de estudiar en la escuela superior. Ya había terminado el cuarto año y estaba a punto de comenzar las vacaciones. Luego me esperaban los años de universidad pero por ahora iba a disfrutar éstas vacaciones.


Me puse a limpiar el bulto. Abrí el zipper y ahí estaban en orden mis libretas. La imagen de las libretas esperando por ser sacadas era tan común para mí pero esta era la última vez que las vería. Cada libreta me traía un recuerdo. La clase de misis Santos, las lecciones de misis Pagán. Todas mis maestras y maestros venían a mi mente y los recuerdos afloraban con cada libreta. Luego abrí el bolsillo del frente y ahí estaba mi goma Lion, el sacapuntas y el lápiz. La goma estaba bien gastada. Yo borraba mucho porque no me gustaba ver errores al escribir. Recuerdo las veces que se me caía y rebotaba como si estuviera escapando de mí. Luego saqué el sacapuntas, estaba nuevo...


Cuando saqué el lápiz sentí algo extraño. Me quedé mirando por un rato el lápiz y luego el sacapuntas. No tenía memoría de haberme parado en algún momento a sacar puntas en la escuela. Recuerdo las veces que los muchachos se paraban a sacar punta y la maestra los regañaba. Algunos se paraban a sacar punto y otros se unían para ponerse a hablar frente al zafacón pero yo no recuerdo nunca haber hecho eso. No recuerdo haber sacado punta al lápiz en mis cuatro años de escuela superior. 


Desde que entré al décimo grado recuerdo haber recibido el lápiz que me dio mi abuela el día antes de irme a la escuela. Fue un día que fue a visitarme a casa y luego de saludar a mami y darnos muchos besos me preguntó para qué grado yo iba. "Voy pa décimo abuela", le dije. Entonces se sonrió y buscó en la cartera. Yo creía que me iba a dar dinero porque ella siempre que me daba algo era dinero pa’ dulces y cosas. Pero entonces sacó un lápiz amarillo y me lo dió. "Vas a necesitar esto" - me dijo dándome el lápiz. Mi abuelo la miró y le dio una sonrisa bien extraña, como si estuvieran diciéndose algo sin hablar. Yo me reí porque tenía tantos lápices que tener uno más no me hacía diferencia pero aquel lápiz fue el que me dio ella así que recuerdo que lo puse en el bulto y regresé a la sala.


El primer día que entré a décimo grado estaba asustado. No conocía a nadie y era un prepa. Recuerdo que llegué a la primera clase, la de Mrs. Rodríguez. Saqué la libreta, y el lápiz, el lápiz que me dio abuela, aquel lápiz. Es el primer recuerdo que tengo del día que lo ví cuando sacaba las cosas del bulto.


Estaba allí sentado mirando el lápiz y el sacapuntas y entonces me dí cuenta que yo nunca le había sacado punta a aquel lápiz. Era el mismo lápiz que usé desde el primer día de clases y de verdad nunca había tenido otro. No recuerdo haber comprado lápices durante mis años en la superior ni tampoco haber tenido que pedir uno prestado porque no tenía. Había cambiado de bulto una vez pero nunca de lápiz. Me corrió un escalofrío por la espalda que terminó en el cuello. Coloqué el lápiz en la mesita de noche. Me costó un poco de trabajo dormir aquella noche pensando en el lápiz pero al final me dormí.


Al otro día me levanté y salí a la calle a buscar a mis amigos a pasear. Pasé el verano disfrutando. Fue un verano muy divertido. Entonces llegó el día de clases, mi primer día de clases en la universidad. Comencé a preparar mis cosas y entonces recordé el lápiz y lo busqué por todas partes. Yo recuerdo que lo puse encima de la mesita pero no estaba allí. Busqué por detrás de la mesa, por todo el cuarto, dentro del closet y no lo encontré. Aquel lápiz no apareció nunca más. Tuve que comprar otro lápiz y con el tiempo usé lápices mecánicos y bolígrafos pero ninguno me duró como aquel lápiz.






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