Campana Campana

 Cinco de la tarde. Se acabó el turno. Me monto en mi carro y sigo la ruta de regreso a casa. El tapón de la salida es el de siempre. La autopista está congestionada. Carros por un lado y otro. Luego tomo la carretera de campo. Me encanta esa ruta. Es más larga pero no es monótona como la autopista. Paso por la casa de madera pintada de marrón donde la misma señora siempre está afuera barriendo. Me pregunto cuántas escobas gasta al mes. El negocio de frituras (que es un bar en realidad) está lleno los viernes. La gente bebiendo y hablando celebra terminar otra semana. Un par de curvas mas adelante el niño que siempre anda sin camisa está jugando con otro que es bastante llenito. 


Árboles a mi derecha y a la izquierda por la sinuosa carretera de campo. Es lo mejor de mi día. Es la ruta que tomo por las mañana pero por la tardes me gusta más porque voy de regreso a mi casa a descansar. Ahora subo la cuesta donde está la lechonera. Dos o tres hombres están bebiendo cervezas y haciendo chistes. El olor a lechón asado me despierta un poco el apetito. A veces me dan ganas de pararme ahí.


Los días de lluvia son menos entretenidos porque no está la gente en la calle. Lo interesante de mi ruta es la gente que sale. 


Ahora paso por la casa donde está la señora que siempre está hablando con la vecina. Siempre está en pantalones cortos y camisa apretada. La vecina siempre anda en bata. Estoy seguro que la de pantalones cortos es la que está casada y debe tener uno o dos hijos.


Mas adelante está la curva del garaje. Siempre está igual de vacía. No hay gente. El garaje está cerrado a esa hora. Mas adelante está la casa donde hay unas muchachas hablando al frente. A veces está su papá cerca. De seguro vigilando a ver quién las mira. 


La casa abandonada en la otra curva tiene dos guaguas estacionadas en el frente. Detrás hay una casa que parece que está habitada. De seguro el dueño de las guaguas vive ahí. 


Siempre que paso esa parte estoy en la parte más alta del barrio. Entonces paso por la casa de la campana. 


Era la cosa más rara que veía por la ruta. Una casa hecha de ladrillo al estilo antiguo. En la entrada había un portón blanco que siempre estaba cerrado. Al frente dos columnas en ladrillo que parecen de los tiempos de los españoles y en una de las columnas hay un nicho que en vez de tener una imagen de la Virgen tiene una campana oscura. Es una campana fija de esas con un lazo amarrado al galillo para sonar y avisar que alguien está en la entrada. 


Cuando pasaba por esa área me preguntaba porque tendría esa casa una campana en el frente. Las columnas se veían desgastadas por los años pero la casa se veía bien cuidada. Estaba un poco escondida por árboles, arbustos y flores por aquí y por allá. Nunca vi a nadie en la casa. Habían muchos árboles y al parecer la propiedad se extiende más allá de lo que se puede ver en el breve lapso de tiempo cuando paso con mi carro. 



Mi viaje continuaba en descenso por el campo. Ahora se veía otro negocio donde había más gente que en los negocios anteriores. Más abajo una panadería que siempre estaba llena de carros y gente y que tenían un café que se olía hasta la carretera. Siempre pensé en detenerme algún día. 


Más abajo había una casa con varias jóvenes en sus veinte. Siempre estaban vestidas de pantalones cortos y camisas cortas enseñando la barriga. En par de años las esconderán cuando tuvieran estrías. Los perros de la casa siempre salían corriendo detrás del carro a ladrarme por par de metros hasta que se cansaban y luego regresaban a su lugar. Las muchachas seguían hablando y riendo. 


Conforme iba bajando veía más casas y más casas. Llegaba al pueblo y lo atravesaba y tomaba la otra carretera donde había una iglesia Adventista bastante grande. Un taller de mecánica al lado de un parque de pelota donde a veces había muchachos jugando. No era raro encontrar uno que otro hombre a caballo por esa área. A veces tenía que esperar con velocidad reducida la oportunidad para pasarles. 


Pasaba la funeraria y la gasolinera. Luego el mini centro comercial con farmacia, minimarket, tienda de electrónicos y la floristería al frente del enorme cementerio que quedaba al otro lado de la carretera. 


Mi ruta de campo era lo mismo cada día y era tan relajante. 


Recuerdo el día que por primera vez escuché la campana de la casa. Iba como siempre subiendo y viendo las mismas estampas. El negocio, el niño sin camisa. La señora de pantalones cortos, la casa con las guaguas. Todo era igual que la otra vez. Pero ese día cuando pasé por el lado de la casa de la campana escuché la campana sonar. Cerré los ojos. 


--Hola...


Comencé a sentir una brisa en mis piernas y el tronco. La misma brisa movía mis brazos y sentía mi pelo por sobre mi cabeza y mis brazos también moviéndose con la brisa. No podía ver nada pero podía sentir que me estaban caminando por las piernas algo. Sentí que estaba absorbiendo la luz. La sensación de que estaba absorbiendo la luz por mi pelo me era rara y nueva para mi. No veía nada pero podía sentir algo trepando por mis piernas y mi tronco y luego posarse en uno de mis brazos. 


Mis piernas. No puedo mover mis piernas. No puedo mover mis brazos. Siento mis pies dentro de la tierra y no puedo ver. Siento el calor y que mi pelo lo absorbe. No se que me está pasando. 


Siento agua cayendo. Es lluvia. Siento la lluvia en mis pies y siento que mis pies absorben el agua y sube por mis piernas y mi tronco hasta llegar a mis brazos y el pelo. No puedo ver pero puedo sentir otros pies a mi lado, atrás, al frente, en todas partes y más allá. 


Siento cuando el agua se detiene y comienza el calor. El calor dura por un tiempo y luego deja de sentirse. Escucho ruidos de coquíes, grillos y búhos. Algo sube por mis piernas y por mi tronco. Hay más cosas subiendo. Algunas se quedan y otras bajan. 


Poco a poco los ruidos de coquíes y grillos comienzan a disminuir. El calor empieza a llegar. Escucho aves cantando por todas partes. Algunas llegan a uno de mis brazos y se van. 


Algo llegó a uno de mis brazos. No subió por el tronco. Comenzó a colocar cosas en el brazo. Iba y volvía, iba y volvía con más cosas. El calor del día se siente más fuerte. Mi visitante sigue trayendo cosas y colocándolas en mi brazo. Ahora está acompañado de otra. Los viajes terminan. 


El calor está menguando poco a poco. Comienzan los grillos y los coquíes y las aves. Comenzó a llover. El agua está entrando por mis pies y subiendo por mis piernas hasta mi tronco. La siento pasar hasta los brazos y hasta cada pelo. Siento algo cerca de mis pies. Se está arrastrando por debajo de mis pies y pasa entre ellos. 


Dejó de caer agua y el calor está regresando. Las aves están cantando. Ahora los que están en mis brazos están cantando también. Se fueron. Van y vienen. Van y vienen y el calor va y viene. El agua viene y se va y sube por mis pies hasta mi tronco, brazos y hojas. El claro va y viene.


Las aves en mi brazo están cantando distinto. Puedo escucharlos cantando y yendo y viniendo. Puedo escuchar algo rompiendo ahí donde están las aves. Ahora escucho más. Son más de dos y se oyen cantando y gritando cuando está el calor pero cuando se va el calor dejan de cantar. Mientras dura el calor van y vienen. Cuando cae el agua se quedan y no cantan.  


Estoy sintiendo a otros por mis pies. Siento cuando los insectos trepan por sus piernas y por sus troncos. Siento a otros por mis pies. 


Sonó la campa


--Hola...



Comments

Popular posts from this blog

El color violeta

La increíble transformación de un ángel

Don Cancio hace de todo